Con los jarrones Shibuya de Christophe Pillet, Kartell hace un experimento único en el mundo: convierte el plástico en algo precioso, rico y con cuerpo, como si fuese cristal soplado de Murano.
Los jarrones Shibuya tienen una tapa perforada; si se retira ésta, se convierten tranquilamente en accesorios para la mesa y no solo objetos decorativos. Mas allá de su polifuncionalidad, la particularidad de este proyecto reside en que el jarrón presenta dos franjas de color sin que se interrumpa la superficie del material, garantizando una perfecta contención del agua.
El color es protagonista en el proyecto: Su intensidad y fondo, junto con la corposidad del material plástico, convierten este objeto en un elemento especialmente precioso, realizado también a escala industrial y con un precio industrial.
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